martes, 5 de octubre de 2010

AUTORRETRATO

Dice mi espejo (aunque va a días) que soy una hermosa mujer de 58 años. Se comenta que a estas edades nos volvemos transparentes, pero no es verdad, yo tengo mucha presencia: 1,70 de altura y 70 kilos y todavía hago volver la cabeza a muchos sesentones a mi garboso paso. Mi cabello es oscuro (uso un tinte buenísimo que ya os recomendaré si llega el caso) aunque mi vocación es una melena blanca y cuidada adornando un rostro sin huella alguna de cirugía, pero relajado y afable. La realidad, sin embargo, es a veces una cara desencajada y frenética por el estrés laboral. Así es como yo me veo.
En mi carácter predomina el optimismo, creo, soy una persona alegre, aunque tengo caídas puntuales de las que procuro salir lo más rápido que puedo. En este sentido me quedo con la conclusión que saqué de la última película de Woddy Allen: “Mejor la ilusión que la medicación”.
En cuanto a mis gustos voy a sorprenderos: mi afición favorita es la lectura. Leo todo tipo de escritos, poesía, relatos, filosofía, ensayos, periódicos, revistas, blogs, pero los que más me gustan son las novelas y los que menos las instrucciones de los aparatos electrónicos.
A menudo me convierto en “El licenciado vidriera”, este personaje cervantino cogió tal complejo que dio en pensar que todo él era de cristal de manera que cualquier golpe podría hacerlo añicos. Así ando yo por la vida, distraída por naturaleza y con muchas caídas en mi curriculum, he llegado a sentir, obsesionada por los diagnósticos, que mis frágiles huesos pueden romperse en cualquier momento. Así que vivo entre algodones, cuido mi cuerpo, hago pilates terapéutico, intento perder los cinco kilos que me sobran, y me abrazo al cálido cuerpo de mi amado que me hace sentir muy segura.
Vivo junto a mis sueños y procuro rodearme de ilusiones que convierten mis horas en aves ligeras. Me siento feliz a mi manera. El dolor también vive conmigo, el del cuerpo y el del espíritu pero está controlado y no le dejo, casi nunca, que se entrometa en mi actual vida por la que tanto he luchado.
Tengo un tesoro: mi hijo, que ya es independiente (casi) y anda haciendo las Américas, en busca del oro de vivir una intensa vida llena de experiencias.
Es todo por el momento, seguiremos conociéndonos a través de nuestros escritos que hablan de nosotros a veces incluso más de lo que quisiéramos.