-¿Por qué me mira así? Se preguntaba María cogiendo el retrato de su difunto marido en la mano y dándole la vuelta. Parece que todo el día me vigila. Fernando quedó de espaldas al salón. ¿Y qué si lo hice? Sabías que no te faltaba mucho y no quería que sufrieras más. Pequeñas dosis de cianuro, que no dejan huella, disueltas en tu medicación. Sí, ya sé que no te dije nada, ni tú tampoco me lo pediste. No hacían falta las palabras.
Una lágrima resbalaba por su rostro mientras giraba la fotografía de nuevo.
sábado, 12 de marzo de 2011
Magdalena Carrillo, RUPTURA
Con este amargor tan extraño que me sube desde las vísceras hasta la boca le digo que ya no puedo más. Noto cómo la bilis se remueve en mi interior y el miedo atenaza mi garganta. Siento náuseas. No puedo más y él se ríe a carcajadas mientras me va empujando hacia la cocina. El vómito asciende hasta mi boca con el tiempo justo de llegar al fregadero. Son ásperos momentos en los que se me aparece, como en una nebulosa, toda nuestra vida en común, que no quiero que siga siendo la mía. Ya no me reconozco y él es un desconocido para mí.
Magdalena Carrillo, El tiempo vuela
¿Por qué me mira así? ¿Por qué a mí? Sus ojos oscuros y penetrantes, enmarcados por cejas espesas e increíbles me están atrapando en su casa, en Coyoacán y me paralizan. Nadie lo percibe pero me he ido enredando en la telaraña de sus encantos. Bien sujetos los hilos por sus animales y bien atados con sus abalorios indígenas: collares, pendientes, chales y ropajes. Sinfonía colorista que me deja hechizado. Magia imposible de conjurar. Imágenes que cobran vida. Vida que yo quiero rescatar. Me da la mano y vuelo con ella al lejano país donde la muerte no existirá jamás.
Pensé en Frida kahlo.
Pensé en Frida kahlo.
viernes, 11 de marzo de 2011
UN BESO BAJO EL OMBÚ
Sucedió de pronto, sin esperármelo. Nos veíamos todos los días en el trabajo. Conversábamos a menudo a la hora del café. Me caía bien ese chico nuevo, Pablo se llamaba. Tenía los ojos de caramelo y una sonrisa de uvas maduras que decía “cómeme”. Yo era una chica tímida, reservada. El tiempo libre lo pasaba en casa devorando libros o dando paseos por la ciudad cuando el tiempo era bueno. Llevaba siempre un cuaderno encima para escribir todo lo que me venía a la cabeza, era mi forma de no estar sola frente al mundo.
Aquel día fui al Jardín Botánico, me senté en un banco y comencé a escribir su nombre: Pablo, Pablo, Pablo… Lo repetí tres veces sin saber por qué y me quedé mirando el viejo ombú que me daba sombra.
-Hola, ¡qué sorpresa! –dijo una voz familiar a mi espalda. Me volví sobresaltada y allí estaba él, sonriente, con ropa informal y un libro en la mano.
-Hola -me levanté algo nerviosa y avancé mi cara para besar sus mejillas.
Él hizo lo mismo pero hubo una descoordinación en los movimientos y nuestros labios se rozaron levemente. Nos quedamos callados y sorprendidos, nos miramos a los ojos tímidamente. Después no sé qué pasó. Nos abalanzamos con fuerza y nuestros labios se acariciaron suavemente primero; con furia después, hasta quedar exhaustos.
Han pasado los días, las semanas y los años, cincuenta desde aquel primer beso. Hoy el ombú sigue regalándonos su sombra y protegiendo nuestras heladas copas de cava de la mirada de los extraños…
Manuel Solis, Un millón de besos
Y por fin nos besamos. Llevaba una semana ensayando en el espejo. Crearía unos segundos de silencio, te miraría fijamente a los ojos y te daría el aviso. La “mueca triunfadora”, la “sonrisa victoriosa”, ese “lo tengo todo bajo control”, vos me devolverías una mirada de “lo estaba esperando” , o de “me adivinaste el pensamiento” y juntos comenzaríamos ese viaje en el interior de nuestras bocas, un viaje lleno de piruetas y bañado en saliva, un viaje en el que el tiempo se pararía y no encontraríamos ningún otro sentido a nuestra existencia: habríamos nacido para ese beso.
Pero lo cierto, es que mi decepción fue muy grande. No hizo falta ser ningún Casanova para darse cuenta a los pocos segundos de que no tenías ni idea de besar. No abrías casi la boca y mordías mis labios, convirtiendo este acto tan amoroso en una dolorosa penitencia. No obstante , en seguida noté una sensación positiva. Mientras te besaba conseguí recordar en un mismo instante todos los besos que había dado y recibido en mi vida, una especie de biografía amorosa instantánea al más puro estilo Borgiano, algo así como el Aleph de los besos.
Mientras intentaba educarte intentando convertir aquella pelea en algo satisfactorio, seguía viéndolas a ellas: la bailarina brasileña con la que pude entender el significado de un cruce de lenguas, aquella compañera de instituto con la que di mis primeros besos con sabor a whisky, el apasionado encuentro en los probadores de unos grandes almacenes en Washington D.C con una estudiante japonesa, hasta aquella modelo de Barcelona que me besó pensando que yo era otra persona , y muchas otras más experiencias.
En principio no pensé volver a verte más. Pero después sentí que necesitaba besarte todos los días. Mientras lo hacía, me sentía como si estuviera con todas a la vez y eso me fascinaba.
Estuvimos tres meses saliendo, tres meses viviendo aquella experiencia única. El sexo no me importaba porque aquella sensación era muy superior, no quería dejar de besarte, estaba obsesionado. Pero un día fui a buscarte y nunca más te encontré. Te llamé mil veces por teléfono y nunca respondiste a mis llamadas.
Dicen que cuando alguien desea demasiado a otra persona, termina siendo rechazado.
Lo cierto era que yo nunca te había deseado a vos, sino a lo que representabas, y ahora cuando beso a otras mujeres y mi imaginación me hace recordarte, me pregunto justo eso: si solo fuiste producto de mi imaginación.
Relato presentado en el concurso Beso de rechenna.
Pero lo cierto, es que mi decepción fue muy grande. No hizo falta ser ningún Casanova para darse cuenta a los pocos segundos de que no tenías ni idea de besar. No abrías casi la boca y mordías mis labios, convirtiendo este acto tan amoroso en una dolorosa penitencia. No obstante , en seguida noté una sensación positiva. Mientras te besaba conseguí recordar en un mismo instante todos los besos que había dado y recibido en mi vida, una especie de biografía amorosa instantánea al más puro estilo Borgiano, algo así como el Aleph de los besos.
Mientras intentaba educarte intentando convertir aquella pelea en algo satisfactorio, seguía viéndolas a ellas: la bailarina brasileña con la que pude entender el significado de un cruce de lenguas, aquella compañera de instituto con la que di mis primeros besos con sabor a whisky, el apasionado encuentro en los probadores de unos grandes almacenes en Washington D.C con una estudiante japonesa, hasta aquella modelo de Barcelona que me besó pensando que yo era otra persona , y muchas otras más experiencias.
En principio no pensé volver a verte más. Pero después sentí que necesitaba besarte todos los días. Mientras lo hacía, me sentía como si estuviera con todas a la vez y eso me fascinaba.
Estuvimos tres meses saliendo, tres meses viviendo aquella experiencia única. El sexo no me importaba porque aquella sensación era muy superior, no quería dejar de besarte, estaba obsesionado. Pero un día fui a buscarte y nunca más te encontré. Te llamé mil veces por teléfono y nunca respondiste a mis llamadas.
Dicen que cuando alguien desea demasiado a otra persona, termina siendo rechazado.
Lo cierto era que yo nunca te había deseado a vos, sino a lo que representabas, y ahora cuando beso a otras mujeres y mi imaginación me hace recordarte, me pregunto justo eso: si solo fuiste producto de mi imaginación.
Relato presentado en el concurso Beso de rechenna.
martes, 8 de marzo de 2011
ALBERTO MARRONE
OTRO DESPERTAR
Ya era la mañana, el sol aparecía en el horizonte apenas como una luz entre anaranjada y rojiza. Una neblina desdibujaba el paisaje luego de la tormenta de la noche anterior.
Alan apoyado en el borde de la ventana observaba como el mar cubría esa playa a cada instante, con cada reflujo de sus olas. Su ment ...e viajaba, sus pensamientos lo llevaban a otro tiempo, a la luz de otro verano. Y aunque ella no estaba, volvía a sentir sus caricias, sentía sus manos, y las cosas que compartían. Y envidiaba al mar que tenía a esa playa que se entregaba mansa para entrar en él y conocer su mundo. Y se arrepintió, una y mil veces se arrepintió, de dejarla sola mirando ese mar, estática, petrificada, cuando le dijo todo termina aquí…..
OTRO DESPERTAR
Ya era la mañana, el sol aparecía en el horizonte apenas como una luz entre anaranjada y rojiza. Una neblina desdibujaba el paisaje luego de la tormenta de la noche anterior.
Alan apoyado en el borde de la ventana observaba como el mar cubría esa playa a cada instante, con cada reflujo de sus olas. Su ment ...e viajaba, sus pensamientos lo llevaban a otro tiempo, a la luz de otro verano. Y aunque ella no estaba, volvía a sentir sus caricias, sentía sus manos, y las cosas que compartían. Y envidiaba al mar que tenía a esa playa que se entregaba mansa para entrar en él y conocer su mundo. Y se arrepintió, una y mil veces se arrepintió, de dejarla sola mirando ese mar, estática, petrificada, cuando le dijo todo termina aquí…..
DESPERTAR
Lucila se despertó con el amanecer aquella mañana del mes de abril. Cuando abrió el ventanal de su apartamento y salió a la terraza que daba al mar, percibió un extraño fenómeno, al menos era algo completamente nuevo para ella: los primeros rojos del día parecían volver de un encuentro apasionado con los naranjos en flor de los huertos cercanos; un intenso olor a azahar la envolvió. Cuando el sol fue surgiendo del horizonte del agua, parecía una enorme naranja, una fruta prohibida que cegaba al que osaba poner sus ojos en ella. Se sintió alentada con esas intensas sensaciones. Sin embargo, una idea fija rondaba su cabeza desde que se había despertado, un buen rato antes de levantarse de la cama. Se fue al cuarto de baño, cogió una cuchilla de afeitar bien afilada y, sin dudarlo un instante, sesgó de dos certeros y firmes tajos sus venas eróticas. La muerte de sus fantasías sobrevino con rapidez y Lucila decidió no llevar luto por ellas. Horas más tarde entregó su cuerpo al sol y a la brisa sin reparos...
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