lunes, 17 de mayo de 2010

ALICIA IV

El sombrerero  
por Ángeles Mastretta

La primera vez que lo escuché, porque al sombrerero loco uno lo escucha, más que verlo, sentí miedo. Entonces yo no sabía que el tiempo puede asesinarse y menos aún que hacerlo fuera correr el riesgo de perder la cabeza. Todo ese prodigioso elogio al sinsentido que es la fiesta del té con el sombrero, la liebre de marzo y el lirón, no lo imaginé entonces como un paraíso. A los nueve años las promesas estaban del lado de la razón. Ninguna majestad había querido condenarme a muerte por cantar. No conocía ese riesgo. En cambio, acercarse a la sinrazón parecía un retroceso y yo quería crecer. Apenas estaba empezando a oír que hay tal cosa como un orden que se llama razón y creía, como todos los niños que buscan un lugar en el prestigioso mundo de los adultos -como la propia Alicia-, que me importaba ser cuerda. Ahora lo que temo es ese orden. Temo las fechas, los cumpleaños y el tiempo acortándose tanto que la hora del té dura apenas minutos. Tomar el té mientras se cae de la nada a la nada sin que eso nos angustie es un privilegio del sombrero loco y de todo aquel que quiera meterse bajo la copa de su encanto. Eternizar el tiempo. Detenerlo entre las cinco y las seis de la tarde. Eso quiero. Esa serenidad de la insensatez con la que habla el sombrerero, al que Lewis Carroll nunca llamó loco, es ahora lo que más ambiciono. No temer que los otros desconfíen de mi locura, ni siquiera considerarla tal, es lo que ahora me rinde al escuchar al sombrerero. 

Ángeles Mastretta

2 comentarios:

  1. Precisamente en este momento andaba yo buscando tipos de sombreros para añadir al relato "dinero sucio".

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